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miércoles, 4 de abril de 2012

Una catástrofe narrativa



Imágenes propiedad de Hergé/Moulinsart.


¿Qué versión de La isla negra me gusta más?

Todo tintinófilo que se precie se ha hecho esa pregunta alguna vez. Y aunque no se trata de elegir ninguna, sino de disfrutar de las dos (hablamos de álbumes a color, prescindimos de la original en blanco y negro, muy semejante a la del 43, y que seguramente sea la mejor de todas), es interesante cotejar ambas versiones y posicionarse. He de decir que tengo un gran cariño por la versión de 1965. Era uno de mis títulos favoritos cuando era niño, e incluso la prefería a la edición original (fue una gozada disfrutar de la edición especial de Juventud publicada en 1986). Dos ilustres tintinólogos, Soumois y Peeters, dan su siempre interesante punto de vista.

Traduzco unos extractos del análisis de Soumois en Dossier Tintín (páginas 128-131) donde llega a calificar de “catástrofe narrativa” la versión de De Moor.
El resultado es un álbum mucho más trabajado desde el punto de vista estético, repleto de detalles, y...una catástrofe narrativa. El excesivo detallismo de los decorados ensombrece la acción, acabando con la simpleza y la frescura de la primera versión. El ojo del lector se pierde en los detalles, en elementos que no son sustanciales a la trama de la historia.[...] El editor inglés ha pedido un imposible: hacer cohabitar el Tintín de los años 30 con el de los 60. […] Esta versión de 1965 es también una demostración de la diferencia entre el autor Hergé y el dibujante De Moor, uno cuenta historias y dibuja para contarlas, el otro dibuja con facilidad y buscando, a veces en vano, un buen guión.

La atmósfera amenazadora que planea sobre la primera versión, donde la muerte está presente en varias ocasiones, está aquí (en la versión del 65) neutralizada, desactivada por el positivismo de la representación.
Imágenes propiedad de Hergé/Moulinsart. Versión del 38.

Imágenes propiedad de Hergé/Moulinsart. Versión del 65.
 
En parecidos términos se expresa Peeters en Hergé fils de Tintin, páginas 413-414.


La versión modernizada de La isla negra es de una gran mediocridad. La verdadera razón para rehacer el álbum fue dar trabajo a un equipo de ayudantes desocupados. La confrontación de las dos versiones en color del álbum es toda una lección de BD. Bajo el aspecto de una modernización, es una verdadera masacre lo que se ha perpetrado. El detallismo de los decorados, que es aceptable en el contexto de los nuevos álbumes, cuyas historias son más complejas, deviene una aberración en el contexto de este remake.


En la primera versión, durante la escena del vagón-restaurante, Tintín, ennegrecido por los humos del tunel, aparecía como un verdadero diablo: el decorado extremadamente simple, la escasez de objetos decorativos, todo contribuye a darle una gran fuerza a la escena.

Imágenes propiedad de Hergé/Moulinsart. Versión 1943.

Imágenes propiedad de Hergé/Moulinsart. Versión de 1965.

Peeters finaliza su sangrante crítica (habla de asesinato) con un interesante comentario que lleva a la reflexión. Habla acerca del sistema hergeano de elaboración como de un rediseño perpetúo. Etapa tras etapa, Hergé hace los esbozos, los croquis, los calcos, el pasado a tinta y finalmente el color. Y a medida que transcurren todas estas fases, va introduciendo variantes en el mismo guión, alterando la idea inicial. Por razones obvias, este remake tuvo un proceso de elaboración diferente.

2 comentarios:

  1. Muy interesante como de costumbre. Coincido contigo en el cariño personal a la edición del 65 que me encantaba de niño, aunque no entendía muy bien cómo una historia “más antigua” tenía esos dibujos como los de las últimas (que yo encontraba y aún encuentro realmente preciosos) y luego en otras posteriores eran diferentes, como supongo le habrá pasado a miles de niños durante años.

    Con las lecturas maduras es una delicia empezar a “saborear” las versiones originales, y disfrutar de su frescura, encanto, y sobre todo de enmarcarlas en su verdadera época y pensar a nivel gráfico y literario lo que suponen en el contexto temporal en el que fueron creadas.

    Muchas veces he pensado que era una pena que se utilizaran tiempo y esfuerzos del maestro y de los estudios en estos “remakes”, pudiendo haberse empleado en nuevos álbumes; pero la historia es la que es y en seguida te das cuenta de que es una suerte el poderse “sumergir” en estas comparaciones y que, sobre todo, los tiempos del arte y los artistas son los que son y el genio no entiende de plazos…

    Si hay que elegir, amigo, me quedo siempre con la VO, en su tiempo y época; aunque en este sentido me reservo el derecho de tomarme la versión del 65 como una VO de los maravillosamente virtuosos en el detalle, dibujos de De Moor; sobre una obra de Hergé ;-)

    Un abrazo

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  2. A mí la que verdaderamente me chifla es la versión en blanco y negro. Las viñetas son más grandes, además no están recortadas, hay escenas que no aparecen en la versión a color (como la ráfaga de tiros de Iván en la escena del acantilado) y, por encima de todo, los maravillosos “hors-textes”, ilustraciones a toda página a color, que al pasar a formato álbum de 62 páginas se perdieron para siempre. Además, el blanco y negro le sienta genial a ese relato tan del estilo policíaco, y el castillo se me hace más enigmático.

    Analizado fríamente, creo que Soumois y Peeters tienen razón. Lo que ocurre es que el arte son sensaciones, y las mías son las de un niño en la biblioteca del colegio por las tardes, peleándose por leer una y otra vez este álbum (el del 65) con sus compañeros, para finalmente comprarlo, con mucho esfuerzo, por algún santo o cumpleaños. Pero sí, creo que es una catástrofe narrativa jajaja.

    Muchas gracias por tus siempre atinados comentarios, Nowhereman.

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